Un comunicador alerta que los programas de prevención en los colegios son insuficientes. Una sicóloga señala que se debe prevenir de manera integral
La desatención en el hogar, sumado al bullying en el colegio, lleva a los chicos a tomar decisiones cada vez más extremas; incluso a contemplar el suicidio o el homicidio como alternativas. Los expertos explican que la violencia como tal existió en todas las épocas, pero la modernidad y su enorme acceso a la información y comunicación amplifican la sensación de soledad que se despierta en las víctimas.
“Imagínese, los chicos están completamente solos”, advierte el activista de la plataforma Basta de Bullying, Alfredo Rodríguez. Según el comunicador, no hay resultados en las campañas contra el acoso escolar que se encaran en el colegio o las instituciones porque son ‘reduccionistas’ y no se enfocan de manera integral.
“En los talleres nos aseguramos que participen los chicos, pero también los padres y los maestros; porque de nada sirve hablar de respeto o convivencia, si en casa los padres no les prestan atención. En las charlas surgen compromisos porque los chicos se expresan y los padres y maestros comienzan a entender la dimensión del problema”, indicó.
Un estudio realizado en la UPSA refleja que en Santa Cruz seis de cada 10 estudiantes fueron víctimas de bullying, que apenas el 1% acudió a un profesor para buscar ayuda, y que cuando lo hicieron casi no la recibieron.
El estudio refleja también que el 57% de los estudiantes recurre a la violencia verbal; cuatro de 10 estudiantes recurren a la violencia física y cinco de 10 estudiantes apelan a la violencia social (marginación o exclusión).
Un caso todavía no esclarecido de un estudiante que se viraliza en las redes reabrió este debate. Si bien no se aclararon los detalles, se trataría de un chico de 14 años, que murió a raíz de un accidente, pero que lo identificaron como víctima de bullying.
Programas mal dirigidos
Rodríguez es testigo de la labor de algunas instituciones que llevan adelante campañas con textos e imágenes bajadas de internet, con rostros de niños de rasgos anglosajones que difícilmente podrían generar empatía a escala local.
La especialista en sicología positiva Katy Kapra explicó que se evidencia una debilidad en las instituciones de la sociedad: “La familia, la religión y los ámbitos de formación académica”.
La especialista asegura que se debe enseñar el respeto, la comprensión, la conciencia de lo que puede significar molestar y afectar a su compañero; además de enseñar a querer a su cuerpo.
“Debe venir desde los padres, profesores y autoridades. En general es una responsabilidad de los líderes que tenemos”, dijo.
Decisiones extremas
Según la Unicef, el bullying es una forma de discriminación entre ‘pares’, es decir, entre unos estudiantes hacia otros, por sus características o formas de vida; esto incluye nacionalidad, orientación sexual, identidad de género, condición socioeconómica o de salud, entre otras.
Es una forma de agresión continua que lleva a la víctima a la depresión, miedo, aislamiento y rechazo; en los casos más extremos, hasta el suicidio u homicidio, como se registró en 2014 en Roswell (Estados Unidos), cuando un joven disparó contra sus compañeros de colegio.
En Santa Cruz, el escritor y comunicador Alfredo Rodríguez evidencia que cada vez son más los casos de jóvenes que se registran, que, ante el aislamiento, ven al suicidio como alternativa.
Pone de ejemplo las numerosas cartas de despedida que leyó de parte de estudiantes en los talleres que realizó a lo largo de los años, y que portan en sus mochilas para recurrir a éstas en cualquier momento.
“Intenté el suicidio con un arma dos veces”, describió un joven en una carta a sus padres.
“Dicen que el mundo da vueltas, porque si a mí me hicieron pasar momentos terribles, a ellos les pasará lo mismo o algo peor”, dice otra carta, esta en un tono más de amenaza.
En 10 años, los casos de depresión en el mundo aumentaron un 20%, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Algunas propuestas
Pero los expertos no dan nada por pérdido, aseguran que hay formas de revertir esta situación, pero que estas pasan por la acción y no por repetir de memoria algunas consignas.
Entre las alternativas mencionan que el Estado promueva el acceso a clases de arte, deportes, la lectura y asistir a terapias familiares cuando corresponda. En resumen: compromiso y más compromiso es lo que hace falta.
Fuente: Periódico El Deber