Marcelo Miranda Loayza
12/07/2021 7:12 a.m.
Opinión
San Juan Bautista de La Salle decía sobre los educadores: “No deben ser sólo teóricos sino sembradores de inquietudes con toda el alma. Ser caritativos, justos, dotados de un gran equilibrio temperamental, celosos en la formación de sus alumnos, desarrollando sus aptitudes y descubrir el rasgo particular de su vocación”. Dichas palabras para el Siglo XXI podrían incluso pasar como sobrentendidas, pero para la época en que fueron dichas, llegaron a revolucionar la educación en todos sus ámbitos.
La obra educativa de la Iglesia Católica, desde entonces, se ha convertido en un pilar inamovible de la formación escolarizada en todo el mundo, y nuestro país no es la excepción. En este sentido, se tiene un gran bagaje de obras educativas, con las que se ha venido trabajando incansablemente en la formación integral de niños, jóvenes y adultos. Surge, de esta manera, una pregunta obligada ¿Para qué educar? La respuesta no proviene únicamente desde la necesidad imperiosa de enseñar, nace primordialmente del Evangelio, por ende, enseñar para la iglesia no solamente es enseñar (valga la redundancia), es también construir, trascender e innovar, resumiendo, es parte de su misión evangelizadora.
La misión educativa en nuestro país no es fácil, tiene, en muchos casos, un camino quijotesco, pues los molinos son muchos y los educadores pocos (Lucas 10, 1-12). En todo caso, la obra de la Iglesia Católica a favor de la educación en Bolivia es imprescindible. Las 1.614 obras educativas hablan por sí solas de ello.
El Papa Benedicto XVI señalaba lo siguiente: “Cualquier labor de Educación parece cada vez más ardua y precaria. Por eso, se habla de una gran ‘emergencia educativa’, de la creciente dificultad que se encuentra para transmitir a las nuevas generaciones los valores fundamentales de la existencia y de un correcto comportamiento, dificultad que existe tanto en la escuela como en la familia, y se puede decir que en todos los demás organismos que tienen finalidades educativas”. Las palabras claras del Papa Emérito son perfectamente aplicables en la realidad educativa de nuestro país, pero ¿qué valía tendría la búsqueda de lo sencillo? El camino al Gólgota siempre estará lleno de piedras y caídas, educar sin esta premisa no sería educar en valores y principios. Aun cuando el camino ha sido difícil, la educación católica en nuestro país ha sabido mantener aquellos valores y principios que fortalecen la formación de niños y jóvenes para la construcción de una sociedad más justa y equitativa, por ende, la misión educativa de la Iglesia en nuestro país también es transformadora.
La educación integral basada en estos valores no solo abarca a niños y jóvenes en edad de escolaridad, pues la misión educativa también es una misión evangelizadora, es ahí donde se rescata la importancia primordial de la familia como núcleo social y como iglesia doméstica. Tampoco debemos olvidar que la educación católica también es ecológica, no solo como preservación del medio ambiente, sino también como administración sostenible. Esto en el sentido de una adecuada utilización de los recursos naturales, respetando los tiempos ecológicos necesarios. Resumiendo, también se enseña responsabilidad ambiental.
De seguro quedan muchas cosas por mejorar, muchos temas pendientes, pero no cabe la menor duda de la importancia de la educación católica en nuestro país. Benedicto XVI lo resume de la siguiente forma: “Educar nunca ha sido fácil, pero no debemos rendirnos».
Marcelo Miranda Loayza, Teólogo y Bloguero.
FUENTE: EL DIARIO
https://www.eldiario.net/portal/2021/07/12/educacion-y-mision/
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