“Le pido al Estado que escuche las necesidades del pueblo Tsimane’, que (Luis Arce) venga a conocer cómo viven los hermanos, que escuche, que atienda las necesidades que tienen estas personas que merecen una vida digna, ellos solo quieren vivir en paz”, dice Gladis Montesino, religiosa Carmelita Misionera peruana que llegó a Bolivia el 2014 y vive cercana a las comunidades Tsimane’.
Montesinos relata a la ANF que el pueblo tsimane’ atraviesa una serie de vulneraciones a sus derechos humanos, pero la más preocupante es el avasallamiento de tierras que sufren por parte de «interculturales», que no solo se apropian de las tierras que habitan sino que depredan los bosques, atacan a sus familias. La situación empeora para la comunidad por la falta de acceso a la salud, educación y justicia.
Otra de las vulneraciones que aflige a los tsimane’ es la discriminación en el desconocimiento de las autoridades propias y sus mecanismos de resolución de conflictos, al igual que la violencia que sufren las mujeres indígenas en relación a sus derechos sexuales y reproductivos.
“Es una realidad es muy dura, cruda porque están abandonados a su suerte, son vulnerados en sus derechos, son olvidados por el Gobierno. Hay hermanos indígenas que en esta época no tienen cedula de identidad, no tienen acceso a ningún tipo de servicios y menos educación”, menciona la religiosa que vive de cerca las carencias de la comunidad indígena.
Cuenta que uno de los sectores más afectados es Yacuma, donde apenas existe un par de escuelas, pero por la diferencia de lenguas entre maestros y alumnos se registran casos de discriminación y hasta maltratos.
“He visto el maltrato a los niños tsimanes, los llaman brutos, lamentablemnte los maestros no entienden que son una cultura diferente”, lamenta.
El drama empeora por la falta de acceso a salud, Montesinos afirma que durante la pandemia del coronavirus (Covid-19), los indígenas fueron azotados por el virus, algunos fallecieron buscando atención médica. Otros recurrieron a la medicina tradicional, pero por la depredación de los bosques tampoco fue fácil encontrar los remedios.
“Es difícil hablar porque duele, duele ver que no tienen acceso a la salud. Los enfermos han muerto en el camino mientras buscaban el centro de salud que queda a kilómetros de distancia de la comunidad, no hay salud pese a que es un derecho fundamental. A veces no son entendidos porque no pueden explicar en castellano como pide la mayoría de la población. Otros que han recurrido a las hierbas han tenido que caminar bosque adentro para encontrar sus plantas porque todo está desmontado y nadie hace nada”, asevera.
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