Las mujeres de pollera hoy luchan en un mercado laboral marcado por varones como el de la construcción, guardias municipales o en el campo administrativo en los que destacan por su destreza.
Desde constructoras, choferes, guardias municipales y concejalas; las mujeres de pollera cada vez van avanzando en trabajos que antes eran exclusivos para los hombres. Sus emprendimientos marcan la diferencia y crean un sendero para que otras mujeres puedan seguir adelante.
Paulina Avendaño, dejó las labores de su casa para dedicarse a la construcción. La idea surgió de sus propia vecinas del la zona Cooperativa de Cochabamba le animaron a ser albañil para tener mejores ingresos. “Nuestros primeros trabajos los realizamos en nuestros domicilios, al igual que un ayni. Todas íbamos a la casa de una de las compañeras a arreglar, construir lo que necesitaba y luego íbamos a la casa de otra compañera”, dijo.
En esa fase de preparación aprendieron a cavar zanjas para machones, sobrecimientos, a construir muros de ladrillos y a techar. Luego aprendieron obra fina como colocar revoque en las paredes y hasta instalar cerámica en los baños. Cuando concluyeron esa etapa dijeron estar listas para aceptar contratos en domicilios particulares. “Nosotros quisimos saber cómo se hacen las casas y lo logramos. Otros hombres (albañiles) nos discriminaron por lo que hacíamos pero les demostramos que hacemos un buen trabajo y seguimos adelante”, dijo.
Sin embargo, la discriminación persiste. Un albañil puede llegar a cobrar hasta 180 bolivianos por día; mientras que ellas deben hacer el mismo trabajo por montos que oscilan entre 80 y 120 bolivianos.
Otra de sus compañeras, Teodora Espinoza, una paceña que vive en el barrio de Alto Tacahua comenzó a trabajar de albañil en una empresa privada donde adquirió los conocimientos básicos para entrar a trabajar al programa municipal Barrios de Verdad. En este trabajo se desempeña por una década en tareas como la construcción de cordones de acera, cunetas, empedrados, muros de gavión hechos de piedra, muros de contención y otros. “No igualamos en fuerza con los varones, pero nos esforzamos para no quedar atrás”, declaró la mujer de pollera.
En El Alto, Francisca Casa Paucara, hace siete años entró a trabajar como Guardia Municipal de esa Alcaldía. Al salir del colegio República de Rusia de la zona San Roque comenzó una nueva vida con su pareja con quien tuvieron tres hijos. Sin embargo, al separarse fue obligada a buscar trabajo y logró entrar a esa dependencia municipal.
“Me costó ingresar. El primer problema que tuve fue alistar mi currículo. Luego recibió una instrucción por dos meses y nos enseñaron la forma correcta de hacer los controles e ingresar a los comercios a revisar diferentes productos. No es sencillo porque hay comerciantes que se alteran, nos tratan de chola pero debemos continuar”, dijo.
Como Guardia Municipal le toca controlar el buen estado de los alimentos; pero lo más complicado –según contó– es tratar con personas ebrias. “La anterior semana, recibimos un 020 (el código que emplean por consumo de bebidas alcohólicas) de la Cancha Ferroviaria. Los parroquianos se alteraron, golpearon a los guardias, a mis instructores, a los policías que nos acompañaron y hasta a un medio de comunicación”. Ella contó que les arrojaron con piedras y botellas de cervezas. Uno de estos últimos llegó a uno de sus compañeros y le cortó el rostro. “Optamos por replegarnos poco a poco porque eran mucho más que nosotros juntos y estaban en estado de ebriedad”, afirmó.
El lunes de la anterior semana, por ejemplo, recibieron una denuncia de productos en mal estado de un frial. Cuando llegaron al comercio la vendedora les intentó agredir. “Tratamos de calmarla pero se salió encerrándonos en el comercio e incluso nos dijo que si nos faltaba dinero que nos saquemos”, narró.
El estudio y la perseverancia, por otro lado, ayudó a Beatriz Álvarez a llegar a ser concejal por el municipio de La Paz. Ella nació en la provincia Los Andes y desde niña ayudó a sus padres en tareas domésticas. Al obtener su bachillerato se vino a La Paz para estudiar la carrera de Lingüística e Idiomas y luego consiguió otros dos diplomados. Sin embargo, recordó que le resultó un “choque” dejar el campo donde se practica el ayni por el individualismo de la ciudad.
En 2004 entró a trabajar a la Alcaldía paceña como operadora de plataforma en atención a la ciudadanía. Luego brindó clases de aymara al resto de los funcionarios municipales y su activa participación la impulsó a presentarse a la convocatoria hecha por SOL.bo para ser concejal. Desde su cargo es impulsora del fomento de la interculturalidad. “Trabajamos con temas de la medicina tradicional y el diálogo intercultural en el municipio”.
Buscan mejor trato para constructoras
Representantes de mujeres constructoras del país se reunieron la anterior semana en La Paz e identificaron “una marcada desigualdad y discriminación en razón de genero”.
Ellas propusieron al Ministerio de Trabajo emitir una resolución para que en lugares donde se desempeñen mujeres se instalen baños y vestidores diferenciados; y que se les dote de overoles que las identifiquen como mujeres. “Este pedido lo hacemos para evitar que los compañeros de trabajo argumenten que se confunden y agredan a las mujeres”, informó la coordinadora de la Red Hábitad, Anelise Melendres.
Para las ciudades de La Pa y El Alto este grupo se reúne cada tercer sábado de mes en el edificio Khana de la Ceja en la planta baja a partir de las 14:30. En la ciudad de Cochabamba se unieron a través de la Federación de Cooperativas.
Fuente: Página Siete