Varios profesores que dictan clases en comunidades alejadas de las ciudades carecen de servicios básicos y hasta viajan en botes para llegar a sus escuelas.
Los maestros rurales en Bolivia trabajan en condiciones de precariedad en las comunidades de las zonas más alejadas, donde carecen de energía eléctrica, agua potable y deben realizar largas caminatas para llegar hasta la unidad educativa donde enseñan.
“Ejercer la profesión en los pueblos no es fácil, como se piensa”, afirmó Leoncio Flores, maestro rural con 32 años de servicio, quien indicó que, al margen de no tener las necesidades básicas para subsistir, muchas veces se alejan de sus familias y enfrentan la soledad en el lugar donde dictan clases.
“Es ingrato este oficio porque a veces uno sufre, pasa por muchas peripecias. Muchas veces enseñamos sin luz, sin agua y tras varias horas de caminata”, dijo el profesor Leoncio.
Este maestro rural inició su labor con sólo 22 años, entusiasmado al haber egresado de la Escuela Superior de Normalistas Rurales, en Potosí.
Contó que se marchó contento a una escuela que quedaba en la provincia Nor Chichas, a seis horas de la capital potosina. Sin embargo, nunca imaginó encontrarse con esa realidad.
“Recuerdo que una vez, cuando nos estábamos trasladando un grupo de profesores a un pueblo para llegar a las comunidades, fue trágico, porque primero nos llevaron en camión, como carga, no había buses, pero se plantó ese carro y tuvimos que pasar la noche en la carretera, en medio de las pampas del altiplano, y moríamos de hambre. El frío era intenso y una lluvia torrencial empezó a caer”, dijo.
Ese día de abril de 1985, Leoncio se desesperó al ver en esas condiciones a sus colegas, por lo que junto con sus compañeros recibieron agua de la lluvia para saciar la sed que tenían, después de varias horas de viaje.
“Tuvimos que recibir agua de la lluvia y de los dos ríos que corrían a nuestros alrededor, para tomar. Las profesoras decían que estaba muy turbia”, relató.
El profesor Flores apuntó que además de las circunstancias adversas de su viaje por el altiplano de Potosí, una vez en su lugar de trabajo vivió más aventuras, muchas de ella poco gratas.
El maestro no olvida las largas caminatas que tuvo que hacer durante varios años. Por ejemplo, mencionó que trabajar en las comunidades es más complicado, ya que para desplazarse desde la unidad educativa hacia la población principal del municipio se debe caminar hasta cuatro horas, por cada ida y vuelta.
“Recuerdo que una vez caminamos hasta siete horas con algunos profesores más”, contó.
Esa jornada de varios kilómetros recorridos a pie, Leoncio vio llorar a sus colegas profesoras, que “de tanto caminar hasta las faldas se les rompieron, se desgastaron y se pusieron a llorar”, rememoró el maestro.
Al caer la noche de ese día, el grupo de profesores tuvo que pedir refugio en una casa donde la propietaria les advirtió que “dormir no sería fácil”, porque estaban llegando a un sector del valle con muchos insectos.
Foto: Conmberb
“Tuvimos que abandonar esa casa e ir a dormir cerca a un río, donde nos aconsejaron hacer una fogata y poner cenizas al rededor, para que no se acerquen los bichos”, manifestó.
Otro de los colegas del profesor Leoncio, quien evitó ser identificado, sostuvo que la falta de energía eléctrica y agua potable es algo frecuente en el servicio pedagógico rural.
“Nos alumbramos con mecheros y el agua la recogíamos del río para cocinar. Eso sucede hasta en la actualidad en las comunidades lejanas”, agregó.
En el caso del oriente, los profesores, además de caminar, se trasladan a sus escuelas en lanchas. “A veces no hay ni botes y lo único que queda es resignarnos y quedarnos en el lugar, sin conseguir nuestras necesidades”, comentó a Página Siete el secretario ejecutivo de la Confederación de Maestros Rurales de Bolivia, Roberth Villarroel.
El profesor mencionó que lo único que les reconforta es “el calor de los niños y de los pobladores” al cumplir su deber.
Al menos 60 mil maestros rurales dictan clases
Al menos 60.000 maestros dictan clases en comunidades y poblados rurales del país. De esa cantidad, el 60% son mujeres y la mayor parte se encuentra en Santa Cruz, según el secretario Ejecutivo de la Confederación de Maestros Rurales de Bolivia, Roberth Villarroel.
“En los últimos años ha ido creciendo las cifras, en la actualidad contamos con 60.000 maestros rurales en todo el país, en el occidente y en el oriente. La mayoría son mujeres”, señaló el representante del magisterio rural.
Indicó que Santa Cruz es donde más educadores están en servicio, por la extensión territorial, seguido de La Paz y Cochabamba, y fuera del resto de los departamentos del país.
Los niños, en una actividad con su maestra, en Potosí.
Foto:Víctor Gutiérrez / Página Siete
El dirigente indicó que su sector tuvo reuniones con el Ministerio de Educación para exigir mejores condiciones para los maestros en las áreas rurales.
Por ejemplo, solicitaron un aumento salarial, ya que el sueldo básico les resulta insuficiente, al estar lejos de sus distritos.
Villarroel acotó que para ganar más de 3.000 bolivianos deben acumular por lo menos 20 años de servicio. “Es según la categoría el incremento salarial”, dijo.
En ese marco, indicó que ante las malas condiciones de sobrevivencia del educador rural, en el lugar de trabajo se solicita a las autoridades correspondientes la devolución del bono que se les fue quitado en 2008. “Queremos rescatar nuestro bono, para los profesores que están más alejados y que apenas salen una o dos veces al año a las capitales. Este bono consta de un mínimo de 300 bolivianos”, detalló.
Asimismo, agregó que exigen contar con conexiones de energía eléctrica y de agua potable en las zonas más alejadas, aquellas que están en frontera.
Fuente: Página Siete
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